A 5 años del Estallido Social

Frank Sauerbaum
Diputado por Ñuble

A 5 años del Estallido Social

 

Cinco años constituyen tiempo suficiente para elaborar un análisis más desapegado, acucioso e integral respecto de los acontecimientos de octubre de 2019, una coyuntura que expuso a nuestra democracia, gobernabilidad e institucionalidad política a un máximo nivel de tensión. 

Nunca desde el retorno a la democracia un gobierno democráticamente electo como el del ex Presidente Sebastián Piñera había experimentado un intento de desestabilización tan directo: un golpe de Estado no tradicional, de facto. Durante el estallido, queda claro que la democracia chilena fue sometida a su prueba más difícil desde el retorno a ella, con graves consecuencias para la estabilidad política, económica y social del país. 

La violencia, destrucción, vandalismo y anomia del estallido encontraron en un sector de la izquierda y actual oficialismo un poderoso aval, lo que contribuyó a un proceso de desestabilización y deterioro sin precedentes en nuestra historia reciente, dejando secuelas que aún perduran. 

Ciertos complejos de la centro izquierda para defender los avances logrados durante los últimos 30 años, las décadas de más desarrollo y bienestar de nuestra historia, abonaron a que las narrativas impugnadoras, populistas y refundacionales ganaran terreno en la opinión pública a costa de la responsabilidad y la moderación. La acumulación de expectativas económicas frustradas por el bajo ritmo de crecimiento de nuestra economía a partir de 2014, la creciente percepción subjetiva de desigualdades y la evidente crisis de confianza en las instituciones fueron factores claves para explicar el malestar y el ciclo de movilizaciones de octubre de 2019. 

La significativa caída en el apoyo al estallido entre 2019 y 2024 refleja una valorable toma de conciencia por parte de la ciudadanía respecto de sus negativos efectos en la estabilidad del país. Esto, sumado al contundente rechazo de un 62% al “programa constitucional de octubre de 2019”, da cuenta de que la traducción política en clave de izquierda radical de los sucesos de octubre fue errónea. 

Por último, cabe destacar la capacidad de la ciudadanía para, con distancia de los acontecimientos de octubre 2019, mostrar prudencia y responsabilidad a la hora de rechazar el “programa de octubre” reflejado en el primer proyecto constitucional, así como para hoy, con aún más distancia evaluar lo perjudicial que el estallido fue para el país. 

No es casual que el nivel de apoyo reflejado en la última encuesta CEP al estallido haya pasado de un 55% en diciembre de 2019 a tan sólo un 23% en septiembre de 2024 y tampoco que el 50% de la población, de acuerdo al mismo estudio, considere que el estallido fue “malo o muy malo” para el país. En la misma línea el dato de la última encuesta Cadem resulta revelador: a octubre de 2024 un 64% estima que hoy Chile es un peor país tras el estallido. 

Vuelve el sentido común la idea de que ningún país puede avanzar cuando la violencia se normaliza y la institucionalidad se quiebra, nuevamente ha cobrado fuerza como parte de nuestro acervo democrático, aunque, por cierto, a un costo muy elevado.


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