Frank Sauerbaum
Diputado por Ñuble
Sistema Tributario justo para el desarrollo
Para que un Estado logre cumplir cabalmente sus roles, requiere de financiamiento. En el caso de Chile, dicho financiamiento proviene principalmente de los impuestos (80% promedio del total de ingresos en los últimos cinco años), entre los que se encuentra el Impuesto a la Renta.
Este tributo destaca por tres motivos: en orden de importancia es el segundo impuesto en aportar a las arcas fiscales (42% del total de impuestos) ; además de ser un impuesto recaudador, también se le asigna un rol de redistribución; por tanto, es permanente objeto de propuestas de reforma que buscan tanto aumentar los ingresos fiscales como modificar la distribución de ingresos entre los chilenos.
Considerando que los impuestos generan distorsiones en distintos sectores de la economía -en las personas (en su calidad de consumidor o trabajador), en las empresas (en su capacidad productiva) y en el mismo Estado (en su capacidad recaudatoria)-, el Impuesto a la Renta es especialmente relevante por su magnitud.
La misma OCDE estima que el impacto en el crecimiento económico depende del tipo de gravamen: primero hay que generar la riqueza en un país para que luego ésta sea distribuida y consumida, por lo que aquellos impuestos que afectan la capacidad de generar riqueza en la economía (como al capital o trabajo) terminan impactando su creación y, por tanto, a la misma sociedad. En esta misma línea se encuentran algunas de las conclusiones de la Comisión Marfán , al mencionar que “existen sólidas bases conceptuales para afirmar que los impuestos corporativos reducen la inversión”, en base a lo cual estiman que “la reducción de 1 punto en la tasa del impuesto de primera categoría elevaría el nivel del PIB en 0,65%, distribuido a lo largo de 10 años”.
En este contexto, el Impuesto a la Renta de Primera Categoría, al ser un impuesto directo sobre las ganancias de una empresa, reduce la rentabilidad e incrementa el costo del capital de estas, afectando tanto a las decisiones de inversión como al salario de los trabajadores y el precio pagado por los consumidores. A su vez, el Impuesto a la Renta de Segunda Categoría al ser un impuesto a los ingresos personales provenientes del trabajo afecta la decisión de cuánto trabajar, y al ser un impuesto a las ganancias de capital y dividendos, afecta las decisiones de cuánto ahorrar. Por tanto, el Impuesto a la Renta se considera un impuesto distorsionador al afectar distintas decisiones individuales, pero con consecuencias globales, las cuales deben ser tomadas en cuenta en su diseño.
Adicionalmente, el impacto de la política tributaria no se determina solo por el nivel de recaudación de un impuesto en particular, sino también por su estructura y coherencia con el resto del sistema tributario. Sin duda, la estructura que se le dé al Impuesto a la Renta está directamente asociada al rol que le otorgue: proveer los recursos para financiar la provisión de bienes públicos (impuestos recaudadores); conseguir una eficiente asignación de recursos al corregir externalidades (impuestos reguladores); o mejorar la distribución de ingresos (impuestos redistributivos). Un sistema tributario neutral y competitivo busca obtener la mayor cantidad de ingresos fiscales, pero con las menores distorsiones de las decisiones económicas posibles, reduciendo así al mínimo el costo de generar estos mayores ingresos.
En el ranking 2024, Chile se ubicó en el lugar N°29 de los 38 países evaluados, por deficientes evaluaciones en el impuesto corporativo (donde aparecemos en el lugar 36), e ingresos del exterior (donde Chile está en el último lugar entre los países evaluados).
Un sistema tributario bien diseñado es clave para volver a un crecimiento económico alto y estable, que permita financiar los bienes públicos que como sociedad estimamos necesarios. En particular, el Impuesto a la Renta cumple un rol central no solo en la recaudación, sino también en la configuración de incentivos económicos y la legitimidad del sistema fiscal. Cuando este tributo es percibido como equitativo, competitivo y predecible, no solo mejora la disposición a contribuir, sino que refuerza la confianza en las instituciones y promueve una economía más formal. La consolidación de un Impuesto a la Renta moderno y eficiente, con una base amplia, tratamiento neutral de ingresos, y reglas estables en el tiempo, es un paso necesario para transitar hacia un modelo de desarrollo que genere progreso para todos los chilenos.
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