El final feliz de un amor prohibido: cura argentino y catequista dejaron todo para vivir juntos
Él era sacerdote, y ella catequista de una parroquia en Mendoza. Pero aquello no fue impedimento para que ambos terminaran enamorándose y formaran un futuro juntos.
Romina Vásquez tenía 18 años y era catequista cuando conoció aHernando García, un religioso de 26 que había llegado a su parroquia en San Rafael, Mendoza.
Desde que él puso un pie en la iglesia, se hicieron íntimos amigos, pero un distanciamiento por un largo tiempo les reveló que en realidad no era una simple amistad.
Inicio de la historia: Romina catequista y Hernando sacerdote
Romina es kinesióloga recibida de la Universidad de Mendoza y actualmente tiene 41 años.
Su familia era católica practicante, por lo que constantemente iba a la Iglesia San Miguel Arcángel, donde terminó siendo catequista.
Fue en el mismo lugar donde llegó, en ese entonces, el padre Hernando, quien ahora tiene 50 años.
Él desde los 9 años estuvo ligado a la Iglesia, por lo que a los 17 años ingresó al seminario para ser religioso.
Una vez terminado sus estudios en el 2000, llegó hasta San Rafael, para hacerse cargo de la parroquia.
“Él era jovencito también. Y empezamos una relación muy linda, de mucha confidencialidad. Más allá de que era el cura, nos hicimos muy amigos”, cuenta Romina para Infobae.
“Me contaba sus cosas personales y yo también. Pero nunca pasamos ese límite, el de una amistad hermosa. Todo fue muy respetuoso”, agrega.
Tras pasar cinco años en la parroquia, Hernando fue enviado hasta Roma a estudiar licenciatura en Teología y todo cambió.
“La empecé a extrañar horrores, me di cuenta de que me moría sin ella. Me enamoré profundamente. Y dije: listo, ¿por qué sostener algo que no iba más?”, cuenta.
Fue en ese momento que ambos se dieron cuenta de que estaban enamorados.
Un viaje marcó su amistad
Pasaron dos años. A finales de 2008 Hernando volvió a San Rafael, y con una actitud segura, había decidido dejar el hábito.
“Esto va, por otro lado… Todo bien con la amistad, pero nos necesitábamos. Queríamos estar juntos, no era un amigo, nos habíamos enamorado”, dijo Romina.
Una vez que Hernando decidió hablar con las autoridades de la parroquia, la respuesta no fue favorable: le dieron la espalda, al igual que otros religiosos y la comunidad.
“Ya había hablado con el cura de la parroquia San Miguel, y había quedado todo mal”, cuenta Hernando.
“Pero hasta que no hablara con el obispo Taussig y obtuviera la dispensa, no sentía que estaba afuera. Fui a verlo el 1 de enero de 2009 y me atendió”, dijo.
Consecuencias de una relación entre un ex sacerdote y una catequista
La respuesta por parte de la autoridad fue favorable, entendió su situación. Sin embargo, aquella conversación provocó malos entendidos, y corrieron rumores negativos que terminaron en amenazas.
Tras los constantes conflictos, Hernando debió salir de San Rafael por dos años y conseguir un nuevo trabajo, para luego volver y oficializar su relación con Romina.
Pero aquello no fue todo, cercanos a la iglesia, de él y amigos de ella, se alejaron luego de divulgarse su relación. Ambos quedaron solo con un par de amigos de confianza y sus familias que los apoyaban.
Luego de un tiempo y tras llevar tres años de noviazgo formal, la pareja decidió que la espera por la autorización oficial del obispo (dispensa), había sido suficiente.
Relación oficial: matrimonio civil y por la Iglesia
El 18 de febrero de 2012, se casaron por el civil, con una ceremonia íntima.
“Así que hicimos una ceremonia muy bonita, con una imagen de la Virgen. Intercambiamos anillos y nos bendijeron nuestros padres. Estábamos felices de la vida”, menciona Romina.
Luego de un mes, la dispensa pontificia salió. Con todo en orden, el 26 de mayo de ese mismo año cumplieron el sueño de casarse frente a un altar, pero en la parroquia San Antonio de Padua, Buenos Aires.
Después de los años y trabajar duro, Hernando es dueño de seis supermercados de franquicia, cuatro verdulerías mayoristas y un hotel, junto a un grupo de socios.
Por su parte, Romina tiene un instituto llamado Soy, donde combina la kinesiología con la respiración consciente y el yoga.
No tuvieron hijos, pero aquello no los desmotivó a forjar una familia estable.
Además, ambos dejaron de ir a la iglesia, pues manifestaron que viven la religión desde su propio hogar y a su manera.
“La fe está, no podemos concebir nuestra vida sin Dios. Todo nos remite a Él. Y nuestra gratitud es infinita por todo lo que somos”, menciona Romina.
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