Frank Sauerbaum
Diputado por Ñuble
Innovación y Desarrollo
Nuestro país enfrenta un estancamiento económico estructural que se arrastra desde hace más de una década y, por fin, el tema del crecimiento ha vuelto a estar en el centro de la agenda y la discusión pública. En el largo plazo, el motor más relevante para generar un crecimiento económico sostenido es el progreso tecnológico y la innovación. Por ello, se vuelve fundamental crear las condiciones que permitan que la innovación impulse un mayor crecimiento potencial.
El último reporte del Índice Global de Innovación 2025 (GII) elaborado por la World Intellectual Property Organization (WIPO) da cuenta de un momento de reajuste mundial en materia de innovación, donde el crecimiento de la investigación y desarrollo (I+D) se ha ralentizado, la actividad de capital de riesgo (venture capital, VC) se ha moderado.
Si bien Chile ha logrado ciertos avances en materia de promoción de la innovación durante las últimas dos décadas, mantiene una brecha relevante tanto en los inputs como en los outputs de innovación respecto a su nivel de ingresos. La brecha con los países de ingreso medio-alto aún persiste, y en algunos ámbitos, como el gasto en I+D y cantidad de investigadores, se ha ampliado. En indicadores donde Chile solía estar por encima —cantidad de artículos publicados—, la situación se ha revertido y otros países han alcanzado o incluso superado sus resultados.
Actualmente, el gasto en I+D en Chile alcanza apenas el 0,4% del PIB, una cifra muy inferior a la de países desarrollados que también basan parte de su economía en la exportación de recursos naturales, como Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Además, mientras estos países cuentan con entre 4.500 y 5.500 investigadores por cada millón de habitantes, Chile apenas alcanza alrededor de 600. Esta situación refleja una brecha significativa tanto en inversión como en capital humano orientado a la I+D. Este panorama es consistente con el estancamiento que Chile muestra en una serie de indicadores económicos y sociales en los últimos años.
Para retomar un crecimiento económico acelerado que permita mejorar las condiciones de vida de las personas, es necesario que el país pueda generar un entorno más propicio para la innovación y la adaptación del progreso tecnológico. Solo así podremos enfrentar el problema de una menor disponibilidad de trabajadores (debido al envejecimiento poblacional) y los menores niveles de inversión que se han visto en la última década. Para superar estas brechas se requiere revisar la institucionalidad que regula y fomenta el emprendimiento y la innovación para generar mayores incentivos para destinar más recursos y esfuerzos a la I+D.
En ese sentido, medidas como modificar la ley de incentivo tributario a la inversión privada en investigación y desarrollo y adoptar una política mucho más agresiva de incentivo a la innovación. Asimismo, modificar la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) para que se transforme en un organismo técnico y autónomo, tal como sucede alrededor del mundo, generando una mirada más de largo plazo y aislada del ciclo político.
Finalmente, promover un entorno más competitivo que obligue a las empresas —especialmente a las líderes de cada sector— a innovar constantemente para agregar valor a sus clientes y, de esa manera, asegurar su permanencia en el mercado. Por cierto, esto también se relaciona con otras discusiones de largo aliento, como la calidad de la educación que forma a los futuros profesionales, investigadores y emprendedores, donde distintas pruebas internacionales tanto a nuestros jóvenes y adultos muestran importantes brechas con los países más desarrollados.
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